Día 14: Río Gallegos
Me desperté temprano y desarmé todo para partir. Cargué en la YPF de Ushuaia y enfilé hacia Río Grande.
La primera parte del tramo no estuvo tan mal. Los vientos fueron más o menos tolerables. Pero después de comer algo Río Grande y partir hacia San Sebastian, donde está el cruce de fronteras, el viento fue imposible. La moto no alcanzaba los 70 km/h, lo cual en la ruta es un poco problemático. Especialmente si el viento viene cruzado de la izquierda, porque cuando un camión te pasa la moto se va para cualquier lado. No me había pasado nunca, pero si veía que venía un camión -el más choto anda por lo menos a 80, así que me pasaba seguro-, me iba a la banquina hasta que pasara. No es bueno que te pase un camión con viento de la izquierda. Incluso sentía el desequilibrio con los camiones estacionados al costado de la ruta…
Todo el día fue puro viaje y me fundí. Con la moto a 60/65 la mayor parte del viaje, sentí que no llegaba más. Me tensionaba, como tratando de hacer fuerza para que la moto avanzara. Puro desgaste.
Crucé la frontera sin problemas y cerca de las 22:00 llegué a Río Gallegos. Tuve que alojarme en una hostería, pese a la guita, porque no podía manejar más hasta encontrar otro lugar. La idea era seguir y armar la carpa en la ruta, camino a El Calafate, o dormir en una YPF, pero no daba más. Para colmo, el día teminó con una lluvia no muy fuerte pero mojadora. Compré una tortilla de papas y un vino, comí y me fui a dormir.
Día 15: El Calafate
Me desperté cerca poco después de las 6 y arranqué. El día estaba estupendo, sin viento. Pero como un boludo lo desaproveché tratando de armar el blog, cosa que no pude, y terminé haciendo la mitad con viento. Por suerte, no era tan fuerte. Ya me acostumbré a andar en cuarta y a 70.
Llegué a El Calafate y me alojé en un camping llamado “El ovejero”, que estaba lleno de perros. Ahí me hice amigo de cuatro locos que venían viajando en camioneta. La primera noche allí cené con ellos unos fideos con tuco, que Juan hirvió junto con la salsa. Una técnica muy práctica y recomendable.
Día 16: El calafate
Me quedé todo el día en el lugar, para hacerme una escapada al Glaciar Perito Moreno, del cual saqué algunas fotos. En realidad, me embola bastante sacar fotos, pero me sirven para el relato. Estuve haciendo la triste práctica de sacarme autofotos, cosa bien ridícula y humillante. Me terminaron dando más bronca todavía los floggers…
Al la noche los cuatro amigos (Juan, Martín, Mauro y Carlos) organizaron un asado para unos chicos de Canadá que andaban en el lugar. Mientras estábamos con el tema del fuego, se acercó un alemán que se llama Thomas y con el cual pude practicar el idioma. Milagrosamente, le entendía más o menos bien.
Comí una pizza, claro, y -como siempre hago- fui el primero en irse a dormir.
Día 17: Gobernador Gregores
Después de cargar una botella de Coca con nafta, me largué a la ruta. Me esperaban unos lindos 170 km de ripio de todos los colores. Los agarré tranquilo, porque al principio eran impasables. Están haciendo la ruta 40 y hay desvíos en pésimo estado al principio del tramo. La fz, con su cubiertas recontra urbanas, se portó de diez. El único detalle de color es que en una me fui al carajo. El ripio cambió y aparecieron unos bancos de un polvo peor que la arena. Cuando me quise dar cuenta, la rueda de adelante se fue al carajo y conductor y moto terminamos en ese polvo que todavía no terminé de sacarme. Un talco feo, muy feo. Por suerte, no se me rompió nada de la moto. Iba despacio, porque me la vi venir…
El resto del ripio es muy variado. Algo de serrucho, pedregullo, piedras sueltas sobre un fondo de suelo firme. Anduve a 70 km/h, y algo más en otros tramos. Al principio cagado, pero después me despreocupé de los pequeños derrapes de la rueda de atrás. No sé si estoy en lo cierto, pero se me hace que es mejor andar rápido sobre esas piedras que despacio. No así con el tema de los bancos de talco…
Ya fatigado, doblé y me encontré con un río antes de entrar a Gregores. Había gente bañándose, así que me calcé la malla y me metí en el agua, que tenía una corriente más o menos fuerte, aunque no era ancho.
Cuando todos se fueron, decidí que me iba a quedar ahí, aunque no había camping ni nada por el estilo. Me quedé tirado leyendo los últimos capítulos de la segunda parte del Quijote y armé la carpa. No había un alma, aunque se escuchaban de lejos las sirenas de marcha atrás de las Caterpilar haciendo la 40.
La 40...
Foto de cuando me fui al carajo.
Acampe en Gregores.
La soledad de la Ruta 40.
Los ñandúes en su casa.
Un guanaco haciendo dedo...
Día 18: Perito Moreno
Desarmé todo y me fui a cargar nafta para rajar. Compre unos víveres en La Anónima, que es el súper de zona sur. Un cana motorizado en un Tornado me dijo el camino hacia donde iba. Por supuesto siguió el ripio.
Casi me vuelven a cagar los bancos de talco, pero salí sin caídas. El detalle de color de todo el tramo, más allá de algún que otro motociclista que crucé, fue un par de locos (creo que eran dos hombres, pero no estoy seguro) que venían en una moto… ¡con sidecar! Unos fenómenos, ruteando ripio en sidecar. No tuve tiempo de sacar foto, porque pasaron de largo, saludaron y siguieron. También crucé muchos locos en bicicleta, cargados con alforjas, ruteando, ruteando. Muchos son extranjeros, que pedalean kilómetros y kilómetros por las rutas del país. A la larga, llegan a donde quieren llegar.
Las rutas del sur están llenas de guanacos y de ñandúes. Andan al costado de la ruta, y a veces se cruzan. También andan liebres, zorros y peludos.
Después de mucho andar, paré a comer en una costado de la ruta, antes de llegar a Perito Moreno. En el camping municipal, me atendió un fan de ALMAFUERTE. Acá en el sur sí que somos legión. ALMAFUERTE, la única banda que se recorre el sur del país. Parece que acá tiene muchos seguidores.
En Perito Moreno me entretuve con una nena que andaba con un gato. Al rato, se acercó para que me sacara una foto con ella. Nos sacamos, y después se arrimó el papá para invitarme a comer un asado. Me excusé con el tema del vegetarianismo, pero les dije que me arrimaba a la mesa con un guiso que me estaba preparando y una botella de vino.
La familia en cuestión estaba formada, al menos por los que estaban ahí, por don Wilson, Tania, Tania (hija) y Gabriela. Charlamos mucho, porque era gente gaucha de Pico Truncado. Me invitaron a su casa, si algún día volvía por ahí. Wilson me contó de la falta de profesionales e intelectuales en su querida Patagonia. Me picaba en mis ganas de irme al diablo de la ciudad donde vivo y no quiero vivir.
La hija de Wilson y Tania, conmigo en la foto.
Wilson haciendo el asado.
Cena compartida con los amigos de Truncado.
En la ruta te podés tirar a dormir tranquilo, porque pasa un auto cada muerte de obispo.
Día 19: Esquel
Arranqué con rumbo a Río Mayo cerca de las 10 de la mañana, luego de tomar unos mates con la familia de Wilson. EL primer tramo tenía algo de ripio, y el final también.
Paré en el pequeño pueblo de Río Mayo al mediodía y me desvié hacia un arroyo para comer algo. Cuando volví a arrancar, me agarró mucho sueño, por lo que volvía a parar al junto a otro río como para dormir una pequeña siesta.
Saliendo del lugar, a pocos kilómetros me encontré con un par de moteros que habían parado al costado de la ruta. Como pensé que les había pasado algo, paré. La gente en cuestión era el Gaita y el Quiti, dos personajes de Pt. San Julián que iban camino también a Esquel en dos Jawa 350 “Ruta 40” negras. Me dijeron de seguir juntos, pero les comenté que con el viento no podía andar a más de 80 y ellos venían a 110. Ahí nomás el Quiti me dijo que me aguantaban, y que me podía “chupar” atrás de ellos para seguir.
Nos largamos juntos, entonces. Yo viajé pegado atrás del Quiti, a la izquierda, justo atrás o a la derecha, dependiendo del viento, que era bravo. Me salvaron, porque después de mucho tiempo pude volver a andar arriba de los 100 km/h. En tramos, viajamos a 110, tranqui. Yo iba más chupado que chupetín bolita atrás del Quiti. Las Jawa empujan lindo en la ruta.
Llegamos casi oscureciendo a Esquel, donde armamos la carpa en un camping y salimos a comer. Estos dos, gente de los más gaucha, como personas y como moteros. Parece que vamos a andar juntos un par de días.
Una ruta muy transitada...
El Gaita, descansando tal como lo encontré.
El Gaita y el Quiti, mis nuevos amigos ruteros.
La FZ desnuda, cuando le saqué el filtro de aire.
Día 20: Lago Puelo
A la mañana me dispuse a poner en condiciones la moto después del ripio. Le limpié la cadena a la moto con un poco de nafta, se la estiré y se la engrasé. Le cambié el foquito de atrás, que se ve que se me había quemado con el ajetreo del ripio y le sopleteé el filtro de aire, que había acumulado un poco de polvo.
En el camping me volví a encontrar con los chicos que viajaban en camioneta, pero charlamos un rato y ellos se fueron a recorrer, y nosotros partimos
El viento fue muy fuerte en el trayecto. Me acomodaba como podía atrás del Quiti, que se movía de acuerdo a cómo venía el viento, pero cambiaba muy rápido. Llegamos temprano al lago y armamos en el camping.
Por la noche, compartimos una bebida (cerveza y vino) y los amigos se fueron a encontrar con gente en El Bolsón, pero yo estaba muy cansado y me fui a dormir.